Después de haberme tirado cinco
años estudiando la carrera de periodismo (donde he pasado los mejores años) y
ante la búsqueda infructuosa de un trabajo, echando currículos incluso en
fábricas, he decidido volver al instituto, ahí, con dos cojones, porque yo lo
valgo. Lo normal, es que la gente vaya para delante, no para atrás. Pero
gracias a las elevados precios de los másters, que desde aquí digo que son un
puñetero negocio, yo cual cangreja vuelvo al “insti”, concretamente a un módulo
superior de producción audiovisual.
El primer día, al igual que
antaño, estaba nerviosa, pero vamos, unos nervios tranquilos. Y claro, todo me
recordaba a mi anterior instituto. No obstante, veía las cosas desde otra
perspectiva, y es que aunque sigo midiendo y pesando lo mismo que en tercero de
ESO, ahora he cambiado, soy más madura, en serio.
Echando un vistazo a simple
vista, pude comprobar que soy una de las más viejas de mi clase, pero mis
nuevos compañeros no lo pudieron detectar gracias a esta carita que dios me ha
dado, que junto a la frase “tengo 24 años” provoca reacciones del tipo:
-
“¡Uy, pero si pareces una niña!”.
-
“No, ¿en serio?”.
-
“¡Pero si yo me creía que tenías 18!”
Llega un momento en el que sólo
queda resignarse y aceptarlo, esperando que en un futuro todo siga igual, es
decir que me sigan echando 18 aunque tenga 45. Eso sería lo bueno.
Así que ahora, vuelvo a tener
recreo, un maravilloso recreo de media hora en el que no sabes que cojones
hacer. Te pones a charlar con los compañeros, te bebes un zumito, te entra
hambre pero no quieres gastar dinero en chuches ni dulces que la cosa está muy
mala, haces fotocopias… uff, se me había olvidado lo que era tener recreo.
Sin embargo, aunque estoy muy
bien en esta nueva aventura, echo de menos a los compis de la facultad, se me
hace raro no escuchar ese “es
lamentable” mientras intentamos atender a las explicaciones de algún
profesor/a. También se me hace raro no oír preguntas del tipo:
-
“Moyi, ¿tienes folios?”
-
“Moyi ¿tienes un boli de sobra?”
-
“Moyi, ¿tienes pistolines?
Incluso, echo de menos que me
digan Moyi. En fin, son Les choses de la
vie. Yo he vuelto a mi pequeño piso de estudiante aquí con La Vero, donde
llevo una doble vida: Por la mañana soy una maruja con mi tarjeta del Carrefour
colgada en el llavero, y a partir de la tarde me convierto en una estudiante
superaplicada que a veces, se queda dormida en clase.
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