martes, 23 de octubre de 2012

La vuelta al cole


Después de haberme tirado cinco años estudiando la carrera de periodismo (donde he pasado los mejores años) y ante la búsqueda infructuosa de un trabajo, echando currículos incluso en fábricas, he decidido volver al instituto, ahí, con dos cojones, porque yo lo valgo. Lo normal, es que la gente vaya para delante, no para atrás. Pero gracias a las elevados precios de los másters, que desde aquí digo que son un puñetero negocio, yo cual cangreja vuelvo al “insti”, concretamente a un módulo superior de producción audiovisual.
El primer día, al igual que antaño, estaba nerviosa, pero vamos, unos nervios tranquilos. Y claro, todo me recordaba a mi anterior instituto. No obstante, veía las cosas desde otra perspectiva, y es que aunque sigo midiendo y pesando lo mismo que en tercero de ESO, ahora he cambiado, soy más madura, en serio.
Echando un vistazo a simple vista, pude comprobar que soy una de las más viejas de mi clase, pero mis nuevos compañeros no lo pudieron detectar gracias a esta carita que dios me ha dado, que junto a la frase “tengo 24 años” provoca reacciones del tipo:

-          “¡Uy, pero si pareces una niña!”.
-          “No, ¿en serio?”.
-          “¡Pero si yo me creía que tenías 18!”

Llega un momento en el que sólo queda resignarse y aceptarlo, esperando que en un futuro todo siga igual, es decir que me sigan echando 18 aunque tenga 45. Eso sería lo bueno.
Así que ahora, vuelvo a tener recreo, un maravilloso recreo de media hora en el que no sabes que cojones hacer. Te pones a charlar con los compañeros, te bebes un zumito, te entra hambre pero no quieres gastar dinero en chuches ni dulces que la cosa está muy mala, haces fotocopias… uff, se me había olvidado lo que era tener recreo.
Sin embargo, aunque estoy muy bien en esta nueva aventura, echo de menos a los compis de la facultad, se me hace raro no escuchar  ese “es lamentable” mientras intentamos atender a las explicaciones de algún profesor/a. También se me hace raro no oír  preguntas del tipo:

-          “Moyi, ¿tienes folios?”
-          “Moyi ¿tienes un boli de sobra?”
-          “Moyi, ¿tienes pistolines?

Incluso, echo de menos que me digan Moyi. En fin, son Les choses de la vie. Yo he vuelto a mi pequeño piso de estudiante aquí con La Vero, donde llevo una doble vida: Por la mañana soy una maruja con mi tarjeta del Carrefour colgada en el llavero, y a partir de la tarde me convierto en una estudiante superaplicada que a veces, se queda dormida en clase.






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