miércoles, 7 de noviembre de 2012

Esos extraños seres llamados abuelas...


Hoy día, vamos a todos lados corriendo de aquí para allá. El ritmo de vida nos obliga a cambiar algunos hábitos, como por ejemplo,  la comida. Ahora no nos paramos tanto y comemos rápido y mal sobre todo si eres estudiante, algo que no debería ser así, por nuestra salud, y sobre todo, por la de nuestras abuelas.

Una abuela sufre, de una manera extraña, nuestro dolor y cansancio en sus carnes propias. Yo creo que, en el momento en el que sus hijos deciden perpetuar la especie y les convierten en abuelas, por arte de magia, ellas comienzan a sufrir lo que yo llamo “desnutrición crónica inversa”, es decir, que siempre ven con hambre a los demás, sobre todo a sus nietos.

Cada vez que uno de ellos va a casa de la abuela a comer, el objetivo de ésta no es otro que el de cebar a sus descendientes con todo tipo de manjares. Sin embargo, a pesar de los entremeses (pa’ picar), de haber ensuciado cinco ollas con cinco comidas diferentes y de haber insistido para que prueben  de todo, ellas no pueden evitar hacer las preguntas de ¿te has quedado con hambre?, ¿te frío un huevo?

Y es que una abuela puede perdonar, que seas drogadict@, que robes, que mates…, pero que te saltes una comida, eso nunca te lo perdonará.

Pero las abuelas no son solo meras cocineras. Otra característica es su comprensión y uso de las tecnologías. Ellas, y sólo ellas, pueden tener el volumen del tono de llamada del móvil al máximo y no enterarse de que les están llamando. Son ellas las que,  a pesar de llevar con el mismo teléfono cinco años, no se han enterado todavía cómo funciona y siempre recurren a sus nietos diciendo: ¡niñ@, ponme bien el móvil que no sé a dónde le he dao y se me ha cambiado la pantalla!

Por último, otra cosa que diferencia a las abuelas del resto de mortales es el vocabulario, esa forma de hablar propia que ellas tienen. Porque, sólo cuando una mujer es ascendida al estatus de abuela puede pronunciar palabras como:
-          Almóndigas.
-          - Cocretas.
-          - Asandía.
-          - Amoto.
-          - Afoto.
-          - Alifante (elefante).

O expresiones tales como:
-        -  ¡Niñ@, quita los dibujitos de la tele que va a empezar el parte!
-        -   ¡Pues, si es así, yo ahí  me la corto!
-         -  ¡En Telecinco sólo hay maricones y “libianas”!
-        -   ¿Te traigo algo que voy pal’ “figorífico”?
-        -   Si vivieras en los tiempos del hambre…

Las abuelas son seres de otra galaxia, cada día lo tengo más claro, porque sólo ellas dicen los nombres de todos tus primos antes que el tuyo cuando te están llamando, sólo ellas se levantan a las siete de la mañana aunque no tengan nada que hacer, sólo ellas pueden escuchar Radio María durante horas y sólo a ellas les queda la bata de casa como a nadie.
¡Vivan las abuelas!






lunes, 29 de octubre de 2012

Sudar la gota gorda mientras la virgen se está peinando


No me lo puedo creer, no, no y no. No me puedo creer que hoy, a 29 de octubre, al pasar por un Corte Inglés, estén puestas ya las luces de Navidad, y cada vez la ponen antes. No sé, lo mismo el año que viene mientras me tomo un tinto de verano en una terraza, en vez de “ai se eu  te pego”  o “rayos de sol” me ponen “pero mira como beben…”

La Navidad se supone que es para celebrar el nacimiento de Cristo, el 25 de Diciembre, y es que a este paso el niño Jesús va a ser sietemesino.  Todo esto me da mucho coraje, no lo puedo remediar.
Esta época es de las más bonitas, pero tengo que reconocer que desde el momento en el que tienes que dejar la infancia atrás, la Navidad no se vive con la misma intensidad de antes. Cuando somos pequeños, aunque nos decían que era un momento de paz y amor, nos tirábamos todas las vacaciones pensando en los reyes magos y en esos regalillos que teníamos apalabrados con sus majestades de Oriente. Y quien diga que no, miente, pero descaradamente, vamos.

Además, ahora las navidades son más sosas, no tienen ni punto de comparación con las de esos años en los que yo me peinaba con coletas y merendaba galletas con forma de dinosaurios. ¿Qué ha sido de Cortilandia? Por favor, ¡si es que cuando yo era chica íbamos ocho en un coche desde mi pueblo sólo para ver Cortilandia y el portal de Belén del Corte Inglés!

¿Y los anuncios?, esos que te decían que la Navidad ya estaba aquí, como el de los Ferrero Rocher, pero los de la Preysler, los buenos, un anuncio que tras el paso de los años sigue manteniendo su encanto y la incógnita del bombón de arriba. Ese bombón en lo más alto de la pirámide de bombones, ese que todo el mundo cogía pero que misteriosamente siempre permanecía arriba. Científicos de todo el mundo han venido para dar una respuesta a este enigma histórico y no han logrado dicho objetivo.

¿Y ese Edu? Dónde está ese niño, que ya desde tiempos inmemoriales tenía tarifa plana porque si no, no me explico cómo podía coger las páginas amarillas y llamar a to’ dios para felicitarles la Navidad. En su tiempo el chiquillo se hizo hasta famoso, hasta secuela y todo hubo del anuncio. A saber dónde está ese niño, bueno niño no, que ya será un hombre hecho y derecho y lo mismo tiene ya hasta los niños haciendo la comunión.

En fin, que las navidades no son lo que eran y que cada vez llegan antes. Lo mismo el año que viene, en el anuncio de El Almendro, el hijo que vuelve a casa por Navidad, en vez de con un abrigo largo, vuelve en calzonas, con chanclas y de un moreno que echa pa’ atrás.




martes, 23 de octubre de 2012

La vuelta al cole


Después de haberme tirado cinco años estudiando la carrera de periodismo (donde he pasado los mejores años) y ante la búsqueda infructuosa de un trabajo, echando currículos incluso en fábricas, he decidido volver al instituto, ahí, con dos cojones, porque yo lo valgo. Lo normal, es que la gente vaya para delante, no para atrás. Pero gracias a las elevados precios de los másters, que desde aquí digo que son un puñetero negocio, yo cual cangreja vuelvo al “insti”, concretamente a un módulo superior de producción audiovisual.
El primer día, al igual que antaño, estaba nerviosa, pero vamos, unos nervios tranquilos. Y claro, todo me recordaba a mi anterior instituto. No obstante, veía las cosas desde otra perspectiva, y es que aunque sigo midiendo y pesando lo mismo que en tercero de ESO, ahora he cambiado, soy más madura, en serio.
Echando un vistazo a simple vista, pude comprobar que soy una de las más viejas de mi clase, pero mis nuevos compañeros no lo pudieron detectar gracias a esta carita que dios me ha dado, que junto a la frase “tengo 24 años” provoca reacciones del tipo:

-          “¡Uy, pero si pareces una niña!”.
-          “No, ¿en serio?”.
-          “¡Pero si yo me creía que tenías 18!”

Llega un momento en el que sólo queda resignarse y aceptarlo, esperando que en un futuro todo siga igual, es decir que me sigan echando 18 aunque tenga 45. Eso sería lo bueno.
Así que ahora, vuelvo a tener recreo, un maravilloso recreo de media hora en el que no sabes que cojones hacer. Te pones a charlar con los compañeros, te bebes un zumito, te entra hambre pero no quieres gastar dinero en chuches ni dulces que la cosa está muy mala, haces fotocopias… uff, se me había olvidado lo que era tener recreo.
Sin embargo, aunque estoy muy bien en esta nueva aventura, echo de menos a los compis de la facultad, se me hace raro no escuchar  ese “es lamentable” mientras intentamos atender a las explicaciones de algún profesor/a. También se me hace raro no oír  preguntas del tipo:

-          “Moyi, ¿tienes folios?”
-          “Moyi ¿tienes un boli de sobra?”
-          “Moyi, ¿tienes pistolines?

Incluso, echo de menos que me digan Moyi. En fin, son Les choses de la vie. Yo he vuelto a mi pequeño piso de estudiante aquí con La Vero, donde llevo una doble vida: Por la mañana soy una maruja con mi tarjeta del Carrefour colgada en el llavero, y a partir de la tarde me convierto en una estudiante superaplicada que a veces, se queda dormida en clase.






martes, 24 de julio de 2012

El verano y sus cosas


Ahora, a más de 40 grados de temperatura,  me viene la inspiración y me da por escribir, y es que el verano es lo que tiene, que da mucho juego, y no lo digo por las juergas que me pego, porque en un pueblo donde no hay ni sitios para salir de marcha ni siquiera un puñetero cine donde acomodarse y disfrutar de una película, pocas fiestas se pega una.

A mí, lo que me hace escribir en esta época del año es la publicidad. Y es que sobre todo en esta preciosa estación del año en la que todos los cuerpos salen a relucir, la publicidad en algunos momentos  se pasa de absurda y de ¿rara?

Empecemos por un producto que desde hace ya un tiempo me escama un poco. El Gel de higiene íntima Chilly, pronunciado “chili”. Este producto se supone que es para la higiene y los picores íntimos. Ahora bien, cuando yo escucho la palabra CHILI, lo primero que se me viene a la cabeza es todo lo contrario, es más sólo de escucharla ya me pica la garganta, escupo fuego, así que no quiero ni saber lo que puede hacer ahí abajo.

Otra cosa rara es que al jamón York le han quitado las estrías tal y como anuncia Jorge Fernández en el anuncio de ElPozo. ¿Cómo lo harán? La verdad, a mi eso me lo tienen que decir, y creo que cuando digo esto hablo en nombre de todas las mujeres que luchan todos los días a base de cremas “milagrosas” y que curiosamente no hacen mucho por resolver nuestro pequeño problemilla.

También me hace gracia un anuncio que hasta hace poco andaba por ahí sobre un determinado desodorante. En él, tumbados en la playa, una pareja pelando la pava se haya (encima me sale la vena poeta). La chica, le pregunta que qué parte de ella le gusta más. A esto, el tío va y señala la axila. Con este anuncio yo me parto. Vamos a ver, se supone que tienes una novia 90-60-90, con unas tetas que llegan de una punta a otra del país y me dices que lo que más te gusta de ella es el sobaco… Ja, ja y já, eso no se lo cree ni el que tuvo la idea de hacer el anuncio.

Otra publicidad también graciosa es la de la silk-épil. Es curioso que siempre sale una chica muy mona y súper relajada depilándose con ella pero que curiosamente no tiene pelos. Si quieren que me crea su efectividad, que me pongan a una tía con unos buenos peláncanos y con cara de dolor, que es como todas estamos en nuestra casa cuando decimos “pelos fuera”. Lo más curioso es que ahora puedes depilarte con la silk-épil debajo del agua. No sé, ya me cuesta trabajo quitarme los pelos sin H2o de por medio, creo que es algo de lo que puedo pasar sin problemas, no gracias. 

Por último están los catálogos de bañadores, en los que salen esas chicas tan naturales pintadas como una puerta y peinadas de peluquería, con un mar de fondo, unos trajes de baños espectaculares y enjoyadas como si se hubieran tirado de cabeza al joyero de su tía en vez de a la piscina. Vamos, esos que tú los ves y dices “igualita igualita que yo cuando voy a la piscina”, sólo que con unas pequeñas diferencias de nada:

-          vas a la playa o a la piscina sin maquillar y prácticamente sin peinar y te recoges el pelo con un moño estilo “nido de gaviota” y con una o dos pulseras que le compraste a un hippie.

-          llevas el bolso petado de cosas entre las que se encuentra un cepillo, el protector solar, una toalla (si es vieja mejor), el móvil, las llaves, las gafas de sol que compraste en un mercadillo de la calle y una pinza de depilar para quitar esos pelillos que la silk-épil (“ella que todos los arranca”) no ha conseguido quitar y que solo se ven cuando sales a la luz del sol más resplandeciente.

-          Ella, esa mujer tan natural y divina, seguramente que cuando le entre el hambre comerá en uno de esos restaurantes tan de moda (de los de mucho dinero y poca chica). Tú cuando te entra el hambre acudes al bocadillo de chacina perfectamente liado en papel de aluminio que guardas en el bolso junto con las demás cosas. Si no, en una neverita junto con latas de refresco y los taperwares que tu madre te ha hecho con mucho cariño y de contenidos variados, aunque los más populares en la geografía española son: tortilla de papas, filetes empanaos arrugaos o croquetas frías. 
En Fin, viva el verano, los cuerpos imperfectos y las comidas de las madres, que para ver a un montón de gente de mentira y con más plástico que otra cosa cojo las barbies de mi hermana y me pongo a jugar.









sábado, 18 de febrero de 2012

Esa Europa cómo mola, se merece una ola

Vuelvo a escribir después de un año sin hacerlo, debido a un problema de mi ordenador con las tildes y sobre todo, a mi verdadera falta de imaginación, porque lo que son temas de conversación no han faltado, como es el caso de la increíble boda de la señora Duquesa de Alba, boda a la que tuve el honor de asistir, bueno, no de invitada, sino allí plantada en la puerta para ver lo que se cocía, aunque ver, lo que se dice ver, no vi ná de ná con toda la gente que tuvo la misma increíble idea que yo y mis amigas. Así que, nos quedamos sin poder ver el maravilloso baile de Doña Cayetana cual faraona albina.  Todo muy bonito, si, pero yo a esa relación no le veo “mucho futuro”.

También está el caso Urdangarín, y es que la familia de Don Juan Carlos está haciendo más por la República que Carrillo y la Pasionaria. Pero a mí, lo que me impulsa a escribir hoy es la búsqueda de una respuesta a una pregunta muy simple ¿Cuándo co**nes se va a ir el puñetero frío? Soy consciente de que estamos en invierno y de que no vivo en Canarias pero es que últimamente estoy dentro de más olas que un surfero, sólo que estas que sufro yo son de frío.

Este frío mortífero está haciendo que  me salgan unos sabañones que están deformando mis preciosos dedos (aunque he de reconocer que yo siempre he tenido los dedos morcillones) y que se me queden los mocos como Calipos de lima.  Después sales a la calle y se termina de cortar el cuerpo, pero siempre está el típico gracioso que te suelta: “ ! pero si el frío es tó psicológico!”. Claro, que es psicológico, por eso se murieron los del Titanic ¿verdad?

Todo esto tendría algo de gracia si se pusiera a llover y el frío hiciera que el agua se convirtiera en  nieve que cubriera todo el pueblo con un manto blanco en el que pudiéramos distraernos y hacernos fotos, ya que no es normal que nieve aquí, sin embargo, yo pienso que pasar tanto frío pá ná es tontería.

Así que, aunque mis amigos me insistan para salir, hasta que las inclemencias del tiempo no me lo permitan, yo me quedo en mi estufita de mi alma sin salir de casa cual Rapunzel en la torre, aunque me falta la larga melena porque este año también he descubierto que el corte de pelo “por los hombros”  por lo visto, es muy subjetivo.