lunes, 29 de octubre de 2012

Sudar la gota gorda mientras la virgen se está peinando


No me lo puedo creer, no, no y no. No me puedo creer que hoy, a 29 de octubre, al pasar por un Corte Inglés, estén puestas ya las luces de Navidad, y cada vez la ponen antes. No sé, lo mismo el año que viene mientras me tomo un tinto de verano en una terraza, en vez de “ai se eu  te pego”  o “rayos de sol” me ponen “pero mira como beben…”

La Navidad se supone que es para celebrar el nacimiento de Cristo, el 25 de Diciembre, y es que a este paso el niño Jesús va a ser sietemesino.  Todo esto me da mucho coraje, no lo puedo remediar.
Esta época es de las más bonitas, pero tengo que reconocer que desde el momento en el que tienes que dejar la infancia atrás, la Navidad no se vive con la misma intensidad de antes. Cuando somos pequeños, aunque nos decían que era un momento de paz y amor, nos tirábamos todas las vacaciones pensando en los reyes magos y en esos regalillos que teníamos apalabrados con sus majestades de Oriente. Y quien diga que no, miente, pero descaradamente, vamos.

Además, ahora las navidades son más sosas, no tienen ni punto de comparación con las de esos años en los que yo me peinaba con coletas y merendaba galletas con forma de dinosaurios. ¿Qué ha sido de Cortilandia? Por favor, ¡si es que cuando yo era chica íbamos ocho en un coche desde mi pueblo sólo para ver Cortilandia y el portal de Belén del Corte Inglés!

¿Y los anuncios?, esos que te decían que la Navidad ya estaba aquí, como el de los Ferrero Rocher, pero los de la Preysler, los buenos, un anuncio que tras el paso de los años sigue manteniendo su encanto y la incógnita del bombón de arriba. Ese bombón en lo más alto de la pirámide de bombones, ese que todo el mundo cogía pero que misteriosamente siempre permanecía arriba. Científicos de todo el mundo han venido para dar una respuesta a este enigma histórico y no han logrado dicho objetivo.

¿Y ese Edu? Dónde está ese niño, que ya desde tiempos inmemoriales tenía tarifa plana porque si no, no me explico cómo podía coger las páginas amarillas y llamar a to’ dios para felicitarles la Navidad. En su tiempo el chiquillo se hizo hasta famoso, hasta secuela y todo hubo del anuncio. A saber dónde está ese niño, bueno niño no, que ya será un hombre hecho y derecho y lo mismo tiene ya hasta los niños haciendo la comunión.

En fin, que las navidades no son lo que eran y que cada vez llegan antes. Lo mismo el año que viene, en el anuncio de El Almendro, el hijo que vuelve a casa por Navidad, en vez de con un abrigo largo, vuelve en calzonas, con chanclas y de un moreno que echa pa’ atrás.




martes, 23 de octubre de 2012

La vuelta al cole


Después de haberme tirado cinco años estudiando la carrera de periodismo (donde he pasado los mejores años) y ante la búsqueda infructuosa de un trabajo, echando currículos incluso en fábricas, he decidido volver al instituto, ahí, con dos cojones, porque yo lo valgo. Lo normal, es que la gente vaya para delante, no para atrás. Pero gracias a las elevados precios de los másters, que desde aquí digo que son un puñetero negocio, yo cual cangreja vuelvo al “insti”, concretamente a un módulo superior de producción audiovisual.
El primer día, al igual que antaño, estaba nerviosa, pero vamos, unos nervios tranquilos. Y claro, todo me recordaba a mi anterior instituto. No obstante, veía las cosas desde otra perspectiva, y es que aunque sigo midiendo y pesando lo mismo que en tercero de ESO, ahora he cambiado, soy más madura, en serio.
Echando un vistazo a simple vista, pude comprobar que soy una de las más viejas de mi clase, pero mis nuevos compañeros no lo pudieron detectar gracias a esta carita que dios me ha dado, que junto a la frase “tengo 24 años” provoca reacciones del tipo:

-          “¡Uy, pero si pareces una niña!”.
-          “No, ¿en serio?”.
-          “¡Pero si yo me creía que tenías 18!”

Llega un momento en el que sólo queda resignarse y aceptarlo, esperando que en un futuro todo siga igual, es decir que me sigan echando 18 aunque tenga 45. Eso sería lo bueno.
Así que ahora, vuelvo a tener recreo, un maravilloso recreo de media hora en el que no sabes que cojones hacer. Te pones a charlar con los compañeros, te bebes un zumito, te entra hambre pero no quieres gastar dinero en chuches ni dulces que la cosa está muy mala, haces fotocopias… uff, se me había olvidado lo que era tener recreo.
Sin embargo, aunque estoy muy bien en esta nueva aventura, echo de menos a los compis de la facultad, se me hace raro no escuchar  ese “es lamentable” mientras intentamos atender a las explicaciones de algún profesor/a. También se me hace raro no oír  preguntas del tipo:

-          “Moyi, ¿tienes folios?”
-          “Moyi ¿tienes un boli de sobra?”
-          “Moyi, ¿tienes pistolines?

Incluso, echo de menos que me digan Moyi. En fin, son Les choses de la vie. Yo he vuelto a mi pequeño piso de estudiante aquí con La Vero, donde llevo una doble vida: Por la mañana soy una maruja con mi tarjeta del Carrefour colgada en el llavero, y a partir de la tarde me convierto en una estudiante superaplicada que a veces, se queda dormida en clase.