No me lo puedo creer, no, no y no.
No me puedo creer que hoy, a 29 de octubre, al pasar por un Corte Inglés, estén
puestas ya las luces de Navidad, y cada vez la ponen antes. No sé, lo mismo el
año que viene mientras me tomo un tinto de verano en una terraza, en vez de “ai
se eu te pego” o “rayos de sol” me ponen “pero mira como
beben…”
La Navidad se supone que es para
celebrar el nacimiento de Cristo, el 25 de Diciembre, y es que a este paso el
niño Jesús va a ser sietemesino. Todo
esto me da mucho coraje, no lo puedo remediar.
Esta época es de las más bonitas,
pero tengo que reconocer que desde el momento en el que tienes que dejar la infancia
atrás, la Navidad no se vive con la misma intensidad de antes. Cuando somos
pequeños, aunque nos decían que era un momento de paz y amor, nos tirábamos todas
las vacaciones pensando en los reyes magos y en esos regalillos que teníamos apalabrados
con sus majestades de Oriente. Y quien diga que no, miente, pero
descaradamente, vamos.
Además, ahora las navidades son
más sosas, no tienen ni punto de comparación con las de esos años en los que yo
me peinaba con coletas y merendaba galletas con forma de dinosaurios. ¿Qué ha
sido de Cortilandia? Por favor, ¡si es que cuando yo era chica íbamos ocho en
un coche desde mi pueblo sólo para ver Cortilandia y el portal de Belén del
Corte Inglés!
¿Y los anuncios?, esos que te
decían que la Navidad ya estaba aquí, como el de los Ferrero Rocher, pero los
de la Preysler, los buenos, un anuncio que tras el paso de los años sigue
manteniendo su encanto y la incógnita del bombón de arriba. Ese bombón en lo
más alto de la pirámide de bombones, ese que todo el mundo cogía pero que
misteriosamente siempre permanecía arriba. Científicos de todo el mundo han
venido para dar una respuesta a este enigma histórico y no han logrado dicho
objetivo.
¿Y ese Edu? Dónde está ese niño,
que ya desde tiempos inmemoriales tenía tarifa plana porque si no, no me
explico cómo podía coger las páginas amarillas y llamar a to’ dios para
felicitarles la Navidad. En su tiempo el chiquillo se hizo hasta famoso, hasta
secuela y todo hubo del anuncio. A saber dónde está ese niño, bueno niño no,
que ya será un hombre hecho y derecho y lo mismo tiene ya hasta los niños haciendo la comunión.
En fin, que las navidades no son
lo que eran y que cada vez llegan antes. Lo mismo el año que viene, en el
anuncio de El Almendro, el hijo que vuelve a casa por Navidad, en vez de con un
abrigo largo, vuelve en calzonas, con chanclas y de un moreno que echa pa’
atrás.