Pues si, vuelvo a hablar de la misma película, y es que yo soy así, que lo exprimo todo, y es que todavía tengo dudas que resolver y que se han quedado en mi cabeza rondando de un lado para otro.
Una de esas incógnitas que para mí quedan sin resolver son las que están relacionadas con los sirvientes del castillo, que se convirtieron los pobres en objetos parlantes sin tener ellos culpa de nada. Uno de esas preguntas sin resolver es ¿Por qué si la señora Potts y su hijo Chip son piezas de una vajilla no se rompen cuando saltan de la alacena? Es cierto que en ese castillo todo está encantado, pero si eres parte de una vajilla lo eres con todas sus consecuencias. Los ves toda la película dando botes de una lado para otro cantando ¡Qué festín! ¡Qué festín! y no están ni un poco cascarillaos aunque a simple vista esa vajilla tenga pinta de ir en las mudanzas en cajas de las que ponen muy frágil.
Otra pregunta es ¿Cuántos sirvientes tenía el castillo? Y es que allí se movía todo, hasta los tenedores y las cucharillas, que digo yo que a qué se tenían que dedicar antes del conjuro para haberse convertido en un tenedor. Otra cosa rara de co**nes es que el perchero que arregló y adecentó a la Bestia antes del gran baile no tenía ni ojos ni boca ni ná de ná. ¿Cómo va a saber si le ha hecho un buen corte de pelo si no tiene ojos para verlo? Será que yo no entiendo estas cosas de conjuros y que le quito to la gracia a las películas con mis preguntas existenciales, pero qué le voy a hacer, como decía Alaska en su famosa canción, yo soy así y así seguiré, nunca cambiaré.
Y por último, una cosa que si que es rara de verdad, es que después de ver tantas veces la película me he dado cuenta de otra cosa, ¿cómo se llama la Bestia? Todo el mundo le dice El amo, La Bestia, pero ese hombre tendría un nombre de pila ¿no? No sé, Alfredo, Rodolfo, José Luis… ni la Bella, que “tanto lo quería” le decía por su nombre, ¿qué clase de amiga es esa? Todo el mundo conoce a uno que le dicen El Chino, El cabeza, El Pollo…, y aparte, está el caso de esta muchacha que vive en un castillo con uno al que no se ha molestado ni preguntarle el nombre.
La cosa está en que esta película tiene más misterio que la casa de las caras de Bélmez. Demasiadas incógnitas que ni el propio Iker Jiménez puede resolver.